Las horas intempestivas del cometa
Los cometas si algo tienen de espectacular son sus colas, consecuencia directa de los materiales sublimados en el núcleo del cometa mismo por el calor y los vientos solares, pero por esta misma razón tienen un inconveniente de observación cuando más ostentosas sus cualidades son, las horas en las que pueden observarse. Un cometa en los confines del sistema solar es una “aburrida” piedra helada, con perdón de la elipsis tan soez que puedo hacer al calificar de “aburrido” a una de las ramas de estudio del cielo más trascendente para la vida en la Tierra y su origen; como digo el cometa desarrolla su espectacularidad para las grandes masas cuando se acerca al cálido centro del sistema solar. El hielo a las presiones interplanetarias no se preocupa en licuarse y pasa de sólido a gas sin pasos intermedios, este gas, al desplazarse el núcleo del cometa y además empujado por el viento solar en dirección opuesta al astro, queda desplazado y esparcido en el vacío en una corriente de material más visible cuanto más cercano al origen de la corriente, la cola del cometa. Si pensamos que el origen de este material y su abundancia dependen de la cercanía al Sol, enseguida caeremos en la cuenta de que cuando mayor es esta profusión de material es cuando esté más cerca de la estrella y por tanto desde el punto de vista de la Tierra cuando es “de día”. Esto, excepto en notables casos, imposibilita la observación del cometa y su cola, por lo que tenemos que ir a la posición del cometa respecto a la Tierra que cumpla las siguientes condiciones que optimicen su observación: Cercanía al Sol y visibilidad desde la Tierra en horas nocturnas o de baja luminosidad. No hace falta pensar mucho para darse cuenta que los cometas van a ser más visibles en las cercanías de la noche al día, es decir, en los atardeceres y amaneceres, puesto que el punto de observación terrestre se “asoma” a las cercanías del Sol con un cielo parcialmente oscuro, con estrellas por tanto todavía visibles, estando el cometa en esos momentos muy bajo en el horizonte por el que se va o viene el Sol. En el caso de los atardeceres no hay problema para moverse a un punto sin contaminación lumínica y horizontes despejados para decirle adiós a un día con bonitas vistas al cometa, pero para el amanecer es más complicado puesto que supone un esfuerzo por parte del observador para levantarse de madrugada cuando el amanecer todavía está lejos (o trasnochar) y desplazarse al mismo punto que para las horas cercanas al alba sufrirá el fenómeno de la inversión térmica y todas las capas frías de la noche caerán a plomo sobre el terreno, cayendo también la temperatura bruscamente. La ventaja de los cometas está en que, por su movimiento alrededor del Sol suelen dar las dos oportunidades a los observadores, al entrar en las cercanías del Sol y al salir de ellas, pudiendo programar, como en una sesión doble, observaciones vespertinas y crepusculares, a no ser que cada paso sea sólo visible para un hemisferio y la otra para él opuesto, todo depende de cómo venga el cometa.