La expedición TOTAL ´99
Sociedad Astronómica Granadina
Casi dos años de preparación y 8 días de movilización de personal y equipo, que quedaron resumidas en algo menos de tres horas, de las que 2 minutos y 11 segundos significaron la diferencia entre el éxito y el fracaso, la satisfacción personal o la decepción. Este puede ser un buen resumen para la expedición TOTAL ´99. Pero fue algo más. Fue el esfuerzo colectivo de un grupo de aficionados a la Astronomía, fue un ambicioso proyecto, que independientemente del resultado, nos ha dotado de nuevas perspectivas, y es el recuerdo de la inigualable experiencia que un eclipse total de sol deja de forma indeleble en nuestras mentes.
En otras secciones se ha comentado como se gestó la idea inicial de observar el eclipse. Una idea tímida en un principio, que hubo que dotar de voluntad para que se convirtiera en un proyecto realista. Ir y solo contemplar era relativamente sencillo, ir a observar, registrar y tomar datos de alguna valía científica era algo más complicado. Algunos proyectos anteriores organizados por la Sociedad Astronómica Granadina, como la observación de la caída de los fragmentos del cometa Shoemaker-Levy 9 sobre Júpiter eran una buena referencia de que y que no había que hacer. Sin embargo, las diferencias con anteriores trabajos situaban a la expedición TOTAL ´99 en un plano completamente distinto. Se tenía que improvisar, pero se tenía que improvisar bien. O lo que es lo mismo, era necesario trazar una planificación exhaustiva y en muchos casos provista de alternativas.
Para empezar, nunca habíamos trasladado tal cantidad de equipo delicado y en general pesado mas allá de 100 o 200 kilómetros. En esta ocasión los desplazamientos eran del orden de varios miles de kilómetros, a lo que había que unir los embarques y desembarques en aviones y el traslado por tierra hasta el lugar elegido. Un análisis detallado de la situación puso de manifiesto que el instrumental podía ser dividido en dos categorías en función de su peso y delicadeza. Por un lado estaban los elementos pesados y algo menos delicados como monturas, trípodes, contrapesos, etc. Por otro las partes ópticas, que incluían los tubos de los telescopios, los objetivos, las cámaras fotográficas y de vídeo, en este apartado también se incluyeron los instrumentos para la climatología y la fotometría ambiente. Se decidió que los elementos de esta última categoría se transportarían como equipaje de mano, el resto se facturaría para su transporte aéreo, no sin antes haber sido concienzudamente embalados y acolchados para minimizar los golpes, que a buen seguro, iban a recibir. Todo esto limitaba significativamente el instrumental en función de su volumen, y en general, no fue una labor trivial, y solo estuvo completamente resuelta a solo dos días de la partida.
La localización de residencia en Hungría ofreció algunas dificultades, pues las agencias de viajes no tenían circuitos programados en Hungría, salvo para la ciudad de Budapest. En consecuencia se tuvo que tomar contacto por Internet con operadores locales húngaros, para después pasar esta información a la agencia que nos gestionó el viaje.
Los miembros del equipo TOTAL ´99 partieron hacia Hungría en dos tandas. La primera salió de Granada el 3 de agosto, realizando todo el trayecto por tierra hasta el lago Balaton. La segunda tres días después, el 6 de este mismo mes. Este último grupo estaba compuesto por el grueso de los integrantes (10) y era el que transportaba la mayor parte del instrumental. Para aligerar en cierta medida el traslado del equipo se alquiló un autocar que nos dejaría en el aeropuerto de Barajas en la madrugada del día 7. Allí se facturó el equipo y pasamos el primer control de aduana. El vuelo nos dejaría en París, ciudad en la que pasamos el resto de la mañana. Sobre la 13:30 partimos hacia Hungría, llegando a Budapest hacia las 15:30. Allí nos esperaban nuevos controles de aduana y la recogida del equipo facturado, y con ello los primeros problemas significativos: el extravío de una maleta personal y la rotura del maletín que contiene una de las monturas ecuatoriales. Posteriormente, no sin algún que otro problema idiomático y de seguros, se recogieron los coches alquilados desde España: Un Volkswagen Golf y un Renault Megane. Dos vehículos para diez personas y todo el equipo. Afortunadamente pudimos "acomodarnos" y se comenzó la travesía por Hungría: Se debía dejar atrás Budapest por la M7 hacia la ciudad de Balatonlelle, el desconocimiento de la ciudad y el cansancio hizo que estuviéramos perdidos algo más de una hora hasta encontrar la carretera que nos llevaría al lago Balaton. El tiempo apremiaba pues se temía que la agencia donde se alquiló la casa cerrara y hubiera que pasar la noche en los vehículos. La idea era deprimente. Por el camino se desató una impresionante tormenta en la dirección del lago. El ánimo estaba por los suelos y mojado por la lluvia húngara. A pesar de todo, hacia la 22:15 llegamos a tiempo para recoger las llaves de nuestra "casa húngara". Después una cena en un restaurante culminó nuestro primer día en este país a la par que el estrés y el cansancio hacia estragos entre los integrantes de la expedición TOTAL ´99.
La jornada siguiente, domingo, sirvió para relajarnos y hacer las primeras incursiones por la zona. Por la tarde, los integrantes que viajaban por carretera llegan a la ciudad de Balatonlelle. Todo el equipo estaba completo.
El lunes comenzó la búsqueda de localizaciones para instalar el instrumental. Primeramente se habló con la oficina de turismo de Siofok para solicitar un permiso de instalación de los telescopios en esta ciudad. A pesar de la buena intención de los funcionarios locales, las ofertas no nos convencen y por la tarde nos internamos en la Gran Llanura Húngara con los mapas y el GPS para localizar un el lugar idóneo. Se "conversa" con las gentes de la zona pero la búsqueda no tiene éxito. La intención inicial era colocarnos en Siofok, ya que esta ciudad estaba justo en el centro de la totalidad. Pero esta localidad era el destino de muchas personas venidas para el evento, y en consecuencia el eclipse iba a ser celebrado como un festejo veraniego. El ambiente no era el adecuado para nuestros propósitos. En vista de ello se decide que el jardín de nuestra casa en Balatonlelle sería el campo de observación. Como contrapartida se perderían unos 10 segundos de totalidad, pero los puntos a favor eran incuestionables.
El martes por la mañana se hace el primer ensayo general en Hungría. Descubrimos aterrados que la rotura del maletín que contiene una de las monturas de telescopio a afectado a esta y el eje de Ascensión Recta esta dañado. No hay tiempo para lamentaciones y ponemos manos a la obra para repararlo. Esto plantea alguna dificultad pero al final se consigue. La tarde previa al día del eclipse vino con un nefasto augurio climatológico. El cielo se cierra por completo y nos tememos lo peor. Las cadenas de TV europeas ofrecen como tema central el eclipse, y son numerosos los partes y previsiones meteorológicas. Todos coinciden en un punto: es muy probable que la mañana del eclipse esté nublada. Esperamos y cambiamos impresiones con unos estudiantes húngaros de español que nos visitan interesados por nuestras actividades. Por la noche el cielo se despeja ligeramente y las esperanzas aumentan. Se instalan los telescopios y se hacen los oportunos ajustes a la polar. Tras sopesar diversas alternativas tomamos la decisión de trasladar el equipo meteorológico y de luminosidad ambiental a un emplazamiento más idóneo para este tipo de trabajo. La suerte está echada y solo queda confiar en que todo irá bien. Durante la noche algunos miembros del equipo deciden realizar fotografía estelar. Hacia las cinco de la mañana se desencadena un fuerte tormenta que obliga a retirar todo el instrumental instalado. Esta circunstancia, aparentemente negativa, fue lo mejor que pudo pasar, ya que esta lluvia era el final del frente nuboso en el que estábamos inmersos, y en consecuencia el cielo se despeja. Sabíamos que tras este frente venia otro, pero confiábamos que entre ambos se pudiera hacer y ver el eclipse. Y así fue.
La mañana del 11 de agosto de 1.999, el día del eclipse total de sol, amaneció despejada y con un bonito cielo azul. El equipo de climatología parte hacia su emplazamiento cerca de Gyugy Hát y el de fotografía y vídeo comienza a desplegar los telescopios en Balatonlelle. Los nervios están a flor de piel. La espera del primer contacto del disco lunar con el solar sirve para ultimar detalles. A las 11:26 hora local, se produce el primer contacto, a partir de aquí las cámaras e instrumentos de climatología trabajan sin tregua para registrarlo todo. Hacia las 12:30 la luminosidad ambiental cae vertiginosamente, y es difícil percibir detalles. La luz adquiere un color gris plateado y nuestra sombra desaparece. A las 12:49:09 el disco solar queda oculto tras el lunar, y la corona solar se hace visible por primera vez. Los 2 minutos y 11 segundos siguientes son difíciles de describir, pues las percepciones y el deseo de que todo funcione correctamente se agolpan ante la magnitud del suceso. Poco después de las 12:51 el Sol reaparece de nuevo, pero el trabajo aún no ha terminado ya que aún queda la segunda fase parcial. Más relajados, nos felicitamos y nos abrazamos por la emoción. Aún estamos digiriendo los minutos anteriores. Urge que los dos equipos se comuniquen para contar como ha ido la experiencia de la totalidad, pero las llamadas por radio tienen como única respuesta el ruido de estática. El último contacto del Sol con la Luna se da a las 12:13, ahora si que todo ha terminado. Por fin los dos grupos de observación tomamos contacto. Se embalan los instrumentos y las películas se ponen a buen recaudo. El resto del día queda matizado por la espectacular experiencia de la que hemos tenido la oportunidad de ser testigos.
Los días siguientes, jueves y viernes, sirven para conocer la región del lago Balaton y Budapest. Las iglesias y sinagogas de Keszthely, los paseos y compras por Tihany, la exquisitas y sabrosas carnes húngaras aderezadas por sus peculiares salsas, la fortaleza de los pescadores en Budapest, el Danubio y un largo etc.
El sábado 14 de agosto el grueso de los miembros de la expedición parte desde el aeropuerto de Budapest hacia Madrid, aunque con bajas, pues algunos miembros alargan su estancia por la zona, y otros han partido unos días antes por tierra. El viaje de vuelta es similar al de ida aunque con el agravante de que tocamos a más equipo por persona. La expedición termina con la llegada a Granada a las 20:30. Curiosamente, en una cadena de la televisión española se estaba ofreciendo un documental de este eclipse total de Sol.